miércoles, 12 de noviembre de 2014

Nacer

Gritarás, y nadie te escuchará. Desperdiciarás tu aire en exhalar a viva voz las penas que tanto te pesan, buscando en otros el alivio que tú misma no te puedes brindar. Pero nadie escuchará. Todos seguirán sus rumbos de manera aparte al tuyo. Darán paso tras paso, y sus cabezas girando en ángulos de 90 no darán la escala que les permitirá verte. Eres invisible. Lo aceptarás, entenderás y odiarás.

Te comenzarás a ahogar en tus propias lágrimas. Una a una; éstas se te acumularán en la parte más posterior de la garganta, formandote un nudo que no te hará posible la respiración. Desesperada, buscarás vomitar cada una de ellas, tendrás como meta vaciarte del agua que te roba la vida segundo tras segundo, pero será en vano. Aunque no te ven; te ahogan.

Nadie escucha, aunque todos prometen oir. Nadie te escuchará aunque te prometerán oirte. No estás lista para escuchar lo que tienen que decir. No estarás lista para escuchar lo que te dirán: Nunca estuviste lista para nacer. Nunca estarás lista para morir.