viernes, 11 de marzo de 2016

La matemática de Lorenzo



Tenía ocho años.
Llevaba 2,920 días pestañeando, jugando bajo el sol, contando las estrellas.
Había conocido el inhalar y exhalar por solo ocho años, su nombre era Lorenzo.

Tenía ocho años.
Era una semilla más de nosotros cuya vida arrancaron.
Si estás escuchando esto, has tenido el privilegio de que tu corazón ha latido al menos, 29.2 millones de veces más que el suyo.

Tenía ocho años.
Dos hermanas y con ellas al menos mil mañas despertó, trascendió, amó.
Un padre que de lejos al menos dos veces en semana lo veía y una mamá que lo por nueve meses lo albergó antes de traerlo al mundo.

Tenía ocho años y por andar curoseando le hicieron doler hasta que no le quedó más sangre por sangrar.
Dos litros de sangre sobre un periodo de 300 minutos su cuerpo fue perdiendo.

Tenía ocho años y fueron tres las heridas punzantes y al menos dos centímetros hacia adentro del cerebro que le enterraron el tabique.

Tenía ocho años y por 18,000 reclamó en angustia a 4 metros de distancia, a aquella persona que lo convirtió en persona, que le permitiera vivir.


Tenía ocho años y en el escenario planteado, al menos hubo 4 personas que pudieron haberlo mantenido con vida. Quien lo trajo al mundo, bajo el mismo techo, permitió que se lo llevaran.

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